Tengo algo que confesar. Algo que no quería contar , que llevo años anticipando pero al mismo tiempo jamás pensé que haría: estoy opositando para ser profe.
Madre mía, ya lo he dicho. ¡Ay!
Y, “¿por qué es para tanto?”, os preguntaréis, quizás. O quizás no. Desde luego, en mi cabeza, esto ha sido un secreto inconfesable durante meses, o más bien años, algo que no podía mezclar con mi yo ilustradora bajo ningún concepto. En gran parte, por mis propios prejuicios, que aún me está costando desmontar. Pero me he cansado de tener los dos compartimentos separados en mi vida como si fueran incompatibles, porque de hecho, son dos facetas que están absolutamente ligadas y que se nutren la una a la otra. Y me apetece compartir la historia de cómo he llegado hasta aquí, si os apetece leerme, así que allá va.
Hace un par de años, me surgió la posibilidad de hacer una sustitución en el cole donde estudié el Bachillerato. Sin tener yo mucha idea de dónde me estaba metiendo (aunque ya había dado clases en el pasado), me lancé a la aventura porque, la verdad, intuía que podía gustarme mucho. Y, efectivamente, así fue. Mucho más de lo que yo esperaba, además. Fue como una explosión gigante dentro de mí, un bombazo que no había visto venir, algo que me estimuló tremendamente en todos los sentidos. Me pasaba todo el tiempo que no estaba en clase preparando las clases —porque, además, entré en medio del curso de un día para otro—, pero totalmente fascinada, como cuando te pones a hacer algo que te absorbe y de repente han pasado tres horas sin darte cuenta. En muchos momentos me sentí insegura y nerviosa (pido disculpas a mis pobres alumnos por eso, si alguno me está leyendo), pero desde luego en el cómputo global fue algo muy bonito que recuerdo con mucho cariño.
Acababa de descubrir una nueva Sara que había estado dormida dentro de mí sin saberlo. Cuando acabé la experiencia, supe que no podía seguir con mi vida como si nada, tenía que continuar explorando ese camino. Una cosa llevó a la otra, y tras otra experiencia cortita como profe (también muy bonita), se me puso delante lo que parecía el paso siguiente más lógico: opositar.
En un principio, sentí mucha reticencia. Qué pereza, opositar. ¿Cómo iba a opositar yo? ¡Si soy Sara Paint!
Extrañamente, aunque sabía por experiencia que lo iba a disfrutar mucho, sentí tanto rechazo porque me costaba imaginarme a mí misma siendo, oficialmente, «la profe de plástica». Supongo que porque en mi mente eso ya significaba dejar de lado cualquier posibilidad de ser una ilustradora de pleno derecho (?), pues me iba a meter en “la rueda” y ahí ya no habría nada que hacer. Y es que antes de todo esto, siempre pensé que sería autónoma a tiempo completo toda mi vida y, en cierta manera, tenía miedo de que convertirme en profesora de secundaria me hiciera sentir que había fracasado en mi objetivo. Todavía tengo un poco de miedo de que se perciba así desde fuera, de ahí que me haya costado tanto tiempo compartirlo.
Pero, como ya os estaréis imaginando… nada más lejos de la realidad. Ambas cosas pueden ser ciertas a la vez, y aunque evidentemente no voy a poder mantener el mismo nivel de dedicación en todo momento y seguramente pasaré temporadas complicadas, estoy convencida de que no son dos cosas incompatibles. De hecho, como me dijo mi amiga Mª José una vez, es posible incluso que el tomar este nuevo camino me haga llegar a soluciones y descubrimientos que no hubiera podido alcanzar de otra manera. Y así es, así está pasando ya.
El nuevo capítulo es el que estoy viviendo ahora, mi era de opositora. Quienes hayáis pasado por eso (o conozcáis a alguien que lo haya hecho) sabréis que puede ser una verdadera montaña rusa, un vaivén con altibajos bastante gordos. Y no os voy a mentir, estoy teniendo más o menos una lloradita semanal y voy desbordada. Por momentos, he querido dejármelo porque la cantidad de contenido para estudiar es abrumadora y es muy fácil desmotivarse (hay una parte de dibujo técnico, no diré más). No obstante, recientemente estoy empezando a ver un silver lining, (el reborde dorado que sale por encima de las nubes cuando el sol está detrás), porque me estoy dando cuenta de algo que tampoco había visto venir.
Y es que cuanto más me meto en el temario y el contenido, más me engancha todo lo que estoy viendo, recordando y aprendiendo. Lo que pensaba que iba a ser una tarea totalmente insoportable se está convirtiendo en un redescubrimiento de mi profesión, de las artes en todas sus vertientes, historia y grandes referentes. Muchos de los temas teóricos, que abarcan desde la más pura teoría de la imagen hasta la historia del cómic, me parecen realmente interesantes. Investigando, me he encontrado con datos que desconocía por completo, como que Goethe (sí, el escritor) desarrolló una teoría del color en el siglo XIX. He conocido la historia de Alice Guy, una de las primeras cineastas de la historia que hizo cientos de películas innovadoras mucho antes que algunos de sus colegas masculinos. Y me he topado, también, con grandes artistas que también fueron profesores increíbles, como Josef Albers.
Pero además, a raíz de la preparación para la prueba práctica (un examen de dibujo artístico bastante difícil), estoy rescatando muchas técnicas “analógicas” que tenía olvidadas. He reestructurado mi espacio de trabajo para poder practicar, organizando mis lápices de colores, ceras y pasteles (que no desempolvaba desde hace más de diez años, literalmente). Estoy acostumbrada a trabajar en digital, y por eso, alcanzar un “producto terminado” en papel para mí ahora mismo es un reto. Pero con la excusa, estoy jugando de nuevo, investigando y probando cosas diferentes. A veces, tener un poco de presión o limitación técnica puede venirnos bien, porque nos pone en marcha para encontrar soluciones creativas al problema. Y eso está siendo, desde luego, un auténtico regalo.
No sé cómo me saldrá el examen, porque es realmente una verdadera lotería. He conseguido hacer las paces con la idea de que seguramente no me irá todo lo bien que me gustaría (si me sale un tema que no me haya dado tiempo a estudiar, por ejemplo), porque además es la primera vez que me presento. Pero en realidad, no pasa nada. Esto es el principio, y aunque no sé dónde me va a llevar la vida, confío en que voy por el buen camino. Sin romantizar en exceso, porque soy consciente de que el trabajo del docente es difícil y requiere mucha vocación y mantenimiento. De momento, yo sigo dibujando y aprendiendo, porque sé que todo lo que haga ahora contribuirá a que me convierta en una mejor profesional, tanto como ilustradora como en mi futura versión de profe.
Gracias por leerme hasta aquí, esta carta ha sido larga y un poco más personal de lo que acostumbro a escribir. Es curioso, se me hace fácil compartir reflexiones “filosóficas”, pero tenía resistencias a compartir esta parte de mi vida. Ahora ya está ahí fuera. Y espero, con el tiempo, ser capaz de integrar todas mis versiones. Al final, enseñar se trata también de mostrar quién eres, con tus luces y tus sombras, tus logros y tus retos.
¡Nos vemos el mes que viene!
P.D.: don’t worry, porque no tengo intención de dejar de mandar newsletters ni voy a dejar de dibujar nunca, eso es algo inseparable de mi persona. No lo he hecho hasta ahora, y espero que así siga ;)
Disfruta del proceso ♡
Sara! Qué valiente, me encanta leerte y participar de tu proceso interior ✨❤ vas a tener mucho que aportar tanto como profesora, como por la parte de ilustradora! Porque es una experiencia que les va a dar mucha luz a tus alumnos y especialmente a los que quieran dedicarse a ello. Vas a inspirar aún más ❤